Hay cosas que no existen: los rascacielos, las bajas temperaturas, los credenciales de mano. Cosas que son de invención física, atribuibles a los días de baja gravedad geográfica. Cosas que aparecen en los trenes, en las interlineas, en el plano de aquella película que nunca se concluyo por culpa de la actriz principal. Hay cosas que no existen, con nombres propios. Cosas como la memoria, los aerolitos, las raíces en azul cobalto. Cosas que sufrimos tanto como el asiento vacío, las pastillas contra el mareo, las uñas cortas. Que se nos olvidan; que son como esa mancha pequeña en los anteojos.