Ir al contenido principal

Entradas

Russell museum

The cleaning lady te saluda cada vez que te encontrás con ella en las salas cada vez más blancas y llenas de gente. Bajás por un té y ella casualmente también está ahí, en busca de una silla para vos porque el lugar está lleno. -Yo no sabía que los museos podían ser esto. Pensé que estaban llenos de cosas viejas- te dice la seño de ojos almendrados, de arrugas azules y voz de terciopelo. Vos tampoco sabías que el arte es una señora de limpieza que te invita a tomar asiento cuando no hay ningún espacio en ninguna sala.
Entradas recientes

Duermevela

  a la entrada del jardín esta el aire tímpanos que vibran al final de la noche poco a poco todo son colores que florecen de la oscuridad algo en tu voz me hace sentir que aún no despierto

Tienda por departamentos

  Ellas se hablan entre los pasillos. No se han dado cuenta que un cliente ha entrado. -8 0 , por eso tengo 4 3 dice la más baja de las mujeres entre las camisetas sin mangas para hombres. El cliente hace un calculo rápido: es 3 años mayor. La segunda da dos pasos que la hace encontrarse cerca de los guardarropas; ahí un hombre sostiene dos piezas de ropa y la espera. Yo nací en el 84, piensa. Esta mujer no dice nada, le da una ficha al hombre. En un reflejo se mira unos instantes que le sirven para compararse con su compañera. El cliente, que las ha escuchado, hace lo mismo dentro de un espacio lleno de espejos. Se quita la camisa. Trata de observar al suelo, evadir su torso desnudo. Las mujeres lo ven salir. Él las evade, sientiendose más joven y a la vez más viejo que ellas. Los años tienen una forma rara de acumularse en los cuerpos. Ninguna prenda le ha hecho justicia.

Contra la familia

de esta ficción querés conservar el lado tibio el café amargo y a veces dulce las palabras aferradas a lo banal          qué tal el clima           estás durmiendo bien            ya no te duele ese costado el retrato en el que por fin se juntaron                         casi todes en el que parece el abrazo certero entre los colmillos y la risa fingida de esta ficción en que la sangre es la única amalgama posible además condicionante más allá de las continuas molestias y el trauma cada quien en otra casa que reproduce la narrativa ya cansada y obsoleta de esta ficción en la que te tocó el papel más transparente: el click en el aparato fotográfico velándose frente al sol de la tarde (Obra de Emmanuel Rodriguez Chaves) https://lagangrena.blogspot.com/2023/04/contra-la-familia.html

Pecera

  No merezco este mármol suavizado por el agua salada. La carne que hace poco se deslizó por las corrientes del mar pacífico. No merezco la última fuerza de este animal ni su última gota de sangre. Ahora su viaje lo hago propio; lo dejo entre las palabras para justificar su suerte. Inmóvil, detenido, inerte.

Contando huesos

"The mind is the shadow of the light it seeks." -  Jim Dodge Es en el silencio que enumero mis partes y vuelvo a ser yo mismo. Es en el ruido que la música me encuentra y cambia el paso del ritmo cardiaco. Es en la oscuridad que me lleno de imágenes y entre todos esas luces una me da plena en la frente.  Es en mi respiración que el aire vuelve al aire; yo vuelvo también y me hago presente  en el río que es solo corriente, en la sangre que es solo fluido, en los huesos que son solo el andamio del que se sostiene mi conciencia.  Es en el silencio que soy y no mis partes, que soy yo mismo y nada y soy a la vez  todo.

Dirección Nacional de Pensiones

Todo debe ser perdido. Cada uno de los artículos enumerados en la lista de mi patrimonio ante la institución que me nombra con dígitos. La lista, la institución, los números que remplazan mi nombre y este nombre mismo. Los años que circularmente han pasado de las enfermedades a las vacaciones, los permisos sin goce de salario a los días festivos que guardé en cama. Lo que hice y lo que no. Las palabras cruzadas en los pasillos y los comentarios a mis espaldas, buenos y malos. Todo. Que nada registre lo que la voluntad sostuvo antes de las 4 p.m. Ni las llegadas tardías, ni los minutos de café ni de almuerzo. Todo. El escritorio, la silla, las paredes en las que colgué la foto de una familia que se fue quedando sin miembros. La computadora que dice estar entre los artículos enumerados, su teclado, las palabras que utilicé para responder tus mensajes. Los mensajes mismos; la pálida espera con la que ansié tus ojos a la salida del horario regular d