He escrito, he vivido escuchándome frente a las ventanas y los espejos con mis poemas. He cansado a la mitad de mis compañeros, a la mitad del publico, a la mitad del mundo. Ninguno ha sido responsable por la perdida de su tiempo, solo yo cargo con ese peso. Los profesores y escuelas y colegios y universidades que les obligaron asistir a mis recitales, han sido utensilios de mi error. Andrés, y todos los Andrés y alter egos, y seudónimos y nombres y anónimos, no comentan el mismo vicio, no se dejen seducir por los aplausos, no se dejen seducir por la belleza transformada en silencio dentro de una sala llena de hombres y mujeres que esperan la poesía. La poesía, si existe, no la pueden definir dos horas, un canapé y una copa de vino. Tampoco tus contactos, tus influencias y tus maestros. La poesía ni siquiera se lee, no se come, ni entretiene. La poesía no son estas palabras cómodas, que te llegan a tu silla o en el autobús. Si luego de lo que he pasado, puedo decir que es poesía ...