O la pequeña historia de cómo en Fraijanes es diferente la fuerza gravitacional Él se mira en el espejo otra vez, aplasta con su mano uno que otro pelo que se resiste a la gomina*1. Ella ya va a pasar por su casa en la moto del hermano; el descenso hasta el pueblo es largo y es una buena oportunidad de abrazarla con el pretexto del movimiento. Mientras bajan él se aferra a la idea de conseguirle un peluche del turno. En el lugar él no sabe como impresionarla, si con los dardos o con el tragamonedas que promete diez mil colones. Así que en una decisión poco acertada, opta por el tour de los juegos de azar y puntería. La ruleta es el primer intento, la forma en que se establece la suerte le es llamativa. Tal vez le podría ser suficiente espectáculo la cabra de plástico que indica el ganador sobre la ruleta, a pesar de los quinientos apostados al cuadro de la liga y perdidos en el color celeste. Veinte minutos después y con la billetera más espaciosa que antes, él intenta de...