Todo el océano pacifico se ha vuelto peligroso, no lo dicen los japoneses pero hasta en el río Yukon brincan los salmones envenenados por la radioactividad. Por eso no quiero tener hijos. Los surfistas de california cazan sus olas mientras su piel se deshace bajo un sol cada vez más intenso. Por eso no deseo hijas. Las redes de los pescadores en el Golfo de México ahora son fluorescentes llenos de esqueletos. Por eso no quiero hijos. El único mar de El Salvador es una trampa mortal para los bañistas. Por eso no espero hijas. El marisco del Valle Central en Costa Rica, transportado por camiones y vendido en los mercados parecen atrapados en los charcos de Chernobil. Por eso no quiero hijos con hambre. La música de acordeón en Colombia, los barcos grandes en Perú, las arenas blancas de Chile son cargados diariamente por esa agua del Pacifico llena de isotopos. Por eso no quiero ni hijos ni hijas, porque fui parte de la última generación que no le preocupaba más un ...