De todas las cosas que hemos perdido, solo nos duelen las que no tienen nombre. Las que cuentan con latido propio y se incorporan desde la piel en nuestros malos días. Las cosas que año a año nos dejan ciegos, a tientas entre la gente rozándonos la ropa y las sombrillas. Nos encontramos inmóviles ante el gesto de un desconocido sin querer el por qué de ese ardor en la boca del estomago. Así dejamos que su peso arrastre con nosotros. La espalda se dobla, el pecho se hunde y olvidamos nuestro propio nombre; el dolor también se apaga. Esto nos hace parte de todo lo que se ha perdido. de older