Quiénes somos sino la gente que se lanza al vacío durante la mañana, frente al trafico, en la voz del contestador automático. El mismo vacío de las sillas y la cama, el de los ojos cerrados a la espera que cambie el año; el vacío de la noche frente a las fotografías deshechas por la humedad de una casa. Pequeñas gentes de estadios llenos y refrescos con gas. Del salón al transporte público, de la farmacia al prostíbulo, del confesionario a la tumba que apartamos para nuestros propios restos. Quiénes somos sino la gente del tumulto en la acera, estrecha entre el concreto, que cruza la calle para evitar la convivencia con extraños.