El agua recuerda el calor que el disco de tu primera cocina llevó a sus entrañas. La temperatura del río en el que te besaron las manos y temblaste como una hoja en el aire. La cantidad de sal y la cantidad sed con la que nos acostamos los días sin compañía ni lluvia. Y el agua sabe a tus años, a la saliva en tu boca, a la parte de tu respiración que es neblina. El agua que va al mar, el agua que regresa; el animal atrapado entre los reflejos en la ventana.