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Mostrando las entradas de noviembre, 2013

Machuca

Soñemos con el rio. Con la música en el agua, dentro de las piedras, apagada en el viento. Con un pez azul que brilla mientras se mueve. Uno pequeño en tus piernas. Lleno de mercurio. Soñemos con tus manos y las mías. Con las cosas que flotan corriente abajo. Una hoja, tu pelo, el reflejo del cielo. Soñemos con eso y no despertemos nunca.

Sad song

"tried so very hard shows just how wrong you can be" Lou Reed Me acerco a vos para llevarte a la sala. Estas son las ventanas: un árbol, el viento, una acera. En una esquina acciono un amplificador. A vos algo te alcanza pero no me doy cuenta. Juntas las manos, te palpitan un poco. No sé de dónde regresás cuando te llamo por tu nombre. Debajo, atrapado por la música que se calla, escuchamos llorar a este silencio.

El primer miedo

La vi abrir una puerta. Gritar. Llevarme en brazos para que en el patio los dos nos dejáramos caer de rodillas. Aprendí a cerrar los ojos. Llorar quedito entre el padre nuestro y el ave maría. Mi madre me juntó las manos. Me acercó a su pecho. Un movimiento fuerte se extendió en su cuerpo; un temblor que todavía hoy se repite en el mio.

Cautiverio

No mirés las rejas en las ventanas. No dejés que tu corazón sienta alguna presión por culpa de las facturas o el sillón donde el vació tiene un nombre que ya olvidaste. No te dejés tentar por los catálogos ni los anuncios. No te ahogués en ese llanto que no sabés bien de donde viene. No te culpés porque la hija del vecino ha cumplido tres años hoy; porque tu perro murió atropellado y ocultaste sus cosas en un armario. No tengás remordimiento, no guardés los antibioticos, no olvidés de poblar más tu vida que tu casa. Salí. Nadie te espera. Que eso no te detenga nunca.

Faquir

Han pasado algunos meses desde la primera vez que subieron juntos al metro. Ella de alguna manera se ha encariñado con la más pequeña del albergue; tiene en la mirada algo que intimida a la gente. Él extiende un paño lleno con pedazos de botella. Luego camina de un lado a otro mientras enseña las cicatrices de su espalda. Ella lo sigue una vez. Extiende su mano, habla recorriendo las líneas en el piso. Las tres veces que él golpea el paño, pequeños vidrios manchados de algo parecido a la sangre caen a los pies de los pasajeros. La niña se asusta y empieza a llorar. Ella le dice algo al oído que la hace callarse rápidamente. Al abrir de nuevo las puertas la sangre ya se ha secado; y las lágrimas, y las líneas en sus manos.