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Sobre Frecuencia de Manicomio

A Verdana lo vi solo una vez, pero lo vi siempre. Una casualidad, un golpe de azar, y una calle oscura en Colonia en 1950. Estaba dibujando siluetas cerca de la Catedral, allí donde descansan los reyes magos y una leyenda dice que se esconde el demonio. Estaba Verdana solo, bebiendo con sus monstruos, y como en una noche de puentes y jinetes azules, estaba Verdana atormentando los augurios del invierno.

Yo también vi caer destruidos a las mejores mentes de mi generación, pero aun así recordaré por siempre a Verdana en cada atardecer que preceda a mi propia caída. Entre los vitrales y el sol de los tesoros de Melchor y de Gaspar, lo miraré siempre deambular perdido.

Desde aquella noche de 1950 Verdana me persigue, se hace uno con mis cosas. Me espía por los grifos de mi habitación y se vuelve una sola imagen con mis ventanas y mis rejas. Andrés Verdana me asusta. Quizás mañana o pasadomañana llame a mi teléfono y se quede en silencio, insistiendo en su eterno mensaje.

Verdana se disuelve en el mundo como la luz de la luna. Y por eso, desde ahora quedamos previendo su tragedia y la nuestra: Tendremos que despedirnos de él aun antes de disfrutar de sus poemas.

Nicolae Orescu

Comentarios

Anónimo dijo…
Amé a Verdana desde la primera y única vez que lo vi, sin importarme su tormento (talvez me atraía) ni su difusión con las sombras que mis penas proyectaban.
Sí, Verdana se disuelve, pero lo hace en las lágrimas que se mezclan con mi saliva...
Orescu y Verdana están entre los padres que nunca abusaron de mí ni me obligaron a visitar al dentista. Qué alegría saber que se llevaron bien una vez para siempre en 1950.

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