Sobre el libro “Los Taxis nunca vendrán vacíos” de Estibaliz Solís
por William Eduarte
1: “Se debe negar lo que te conmueve” Estibaliz Solís
Es difícil leer cuando los lagrimales se te secan, las palmas de las manos, todo el cutis y la boca por dentro. Es difícil ejercer otro oficio en esta espera que el de pasajero, con la maría acumulando kilómetros pero sin chofer que nos cuente las noticias del día. Y es que en estos textos somos la reincidencia que en otros tiempos le llamábamos esperanza, o ilusión o inocencia. Pero claro, con un gran punto de giro: sabemos de ante mano que la salvación la inventaron para engañarnos.
Una vez le leí a Verónica Viola Fisher : Nosotros / respetamos el compás de otra lengua / hacemos honor al que nos dice lo que no queremos oír/.
Tal vez por eso es este un libro que incomoda, como cuando nos sentamos en la bicicleta en los días de lluvia y se nos moja todo. Un libro que hace puntos y seguidos donde duele, donde sangra, donde había que seguir explicándonos lo que significaba la palabra ausencia.
Un espejo donde leemos lo que no queremos leer, y a veces nos encontramos sonriendo para que no llueva y se nos moje el final de la espalda.
2: Nosotros somos las tapas de los libros viendo llorar a las mismas personas en períodos diferentes. Estibaliz Solís
Es este un libro donde la intensidad es una corriente constante, que atraviesa paralelamente a quien lee y a quien escribe, a quien mira la coincidencia y se persuade a corregirla. Aquí quedamos expuestos junto a los animales, a las paredes, a las ventanas sin cortinas ni cristales. Es este un libro donde nosotros vemos y observamos, escuchamos y somos el diapasón que se retuerce en su propio aire.
Cualquiera que lo empiece entra en su juego, algo así como en Alicia: el conejo te deja palabras que igual te tiran al piso o te dan una leve sensación de mareo. Aquí lo importante es perderse: en este ritmo propio de quien se mira a si mismo para mirar al mundo.
Es un libro esperando a ceder, a reventar desde el primer escalofrió. Este es un libro de escalofríos diminutos. Uno donde nosotros también cedemos, y los sudores se congelan salvajemente contra la ropa.
3: Camino con un temblor colgando Estibaliz Solís
Entonces es esta la sensación de olvidamos de nosotros mismos para que alguien o algo nos enseñe bailar a oscuras y con toda la música de la noche. La sensación de no poder salvamos a cambiar de nombre. De migrar cruzando la sala, o la cama. La sensación de ser utilizados como amplificadores y pica hielos; trasvestistas y lo más parecido a lo que es un silencio. Porque aquí el silencio no es mas que otra forma de cantar lo que no hemos vivido todavía.
Así nos saltamos las filas y el orden: todo por buscar la compañía de los objetos perdidos, todo por convertirnos en el pasajero que mira al lado de su asiento para saber que nunca ha estado solo.
De este libro salimos siempre con los bolsillos llenos de ceniza.
4: Con la sensación es suficiente. Estibaliz Solís
A veces la poesía es como un taxi: un servicio solitario que se comparte con lo oculto. Un comercio injusto en el cual las direcciones que apuntamos nunca son las correctas. Un ir y venir de los mismos lugares sin intención aparente. Sin embargo siempre hay lugar para la sorpresa, la improvisación. Es en esos momentos donde agradecemos los asientos de cuero forrados de plástico, la música grupera y la conversación sin sentido que versa sobre la nada. Porque cada taxi es diferente y nunca se detiene en un mismo espacio.
El problema es que cuando el taxi no viene vacío y es visiblemente una señal de fracaso. En este libro se termina con la misma sensación, aunque la autora confíe que ese pasajero en algún momento va a dejar de ser un desconocido
Es difícil leer cuando los lagrimales se te secan, las palmas de las manos, todo el cutis y la boca por dentro. Es difícil ejercer otro oficio en esta espera que el de pasajero, con la maría acumulando kilómetros pero sin chofer que nos cuente las noticias del día. Y es que en estos textos somos la reincidencia que en otros tiempos le llamábamos esperanza, o ilusión o inocencia. Pero claro, con un gran punto de giro: sabemos de ante mano que la salvación la inventaron para engañarnos.
Una vez le leí a Verónica Viola Fisher : Nosotros / respetamos el compás de otra lengua / hacemos honor al que nos dice lo que no queremos oír/.
Tal vez por eso es este un libro que incomoda, como cuando nos sentamos en la bicicleta en los días de lluvia y se nos moja todo. Un libro que hace puntos y seguidos donde duele, donde sangra, donde había que seguir explicándonos lo que significaba la palabra ausencia.
Un espejo donde leemos lo que no queremos leer, y a veces nos encontramos sonriendo para que no llueva y se nos moje el final de la espalda.
2: Nosotros somos las tapas de los libros viendo llorar a las mismas personas en períodos diferentes. Estibaliz Solís
Es este un libro donde la intensidad es una corriente constante, que atraviesa paralelamente a quien lee y a quien escribe, a quien mira la coincidencia y se persuade a corregirla. Aquí quedamos expuestos junto a los animales, a las paredes, a las ventanas sin cortinas ni cristales. Es este un libro donde nosotros vemos y observamos, escuchamos y somos el diapasón que se retuerce en su propio aire.
Cualquiera que lo empiece entra en su juego, algo así como en Alicia: el conejo te deja palabras que igual te tiran al piso o te dan una leve sensación de mareo. Aquí lo importante es perderse: en este ritmo propio de quien se mira a si mismo para mirar al mundo.
Es un libro esperando a ceder, a reventar desde el primer escalofrió. Este es un libro de escalofríos diminutos. Uno donde nosotros también cedemos, y los sudores se congelan salvajemente contra la ropa.
3: Camino con un temblor colgando Estibaliz Solís
Entonces es esta la sensación de olvidamos de nosotros mismos para que alguien o algo nos enseñe bailar a oscuras y con toda la música de la noche. La sensación de no poder salvamos a cambiar de nombre. De migrar cruzando la sala, o la cama. La sensación de ser utilizados como amplificadores y pica hielos; trasvestistas y lo más parecido a lo que es un silencio. Porque aquí el silencio no es mas que otra forma de cantar lo que no hemos vivido todavía.
Así nos saltamos las filas y el orden: todo por buscar la compañía de los objetos perdidos, todo por convertirnos en el pasajero que mira al lado de su asiento para saber que nunca ha estado solo.
De este libro salimos siempre con los bolsillos llenos de ceniza.
4: Con la sensación es suficiente. Estibaliz Solís
A veces la poesía es como un taxi: un servicio solitario que se comparte con lo oculto. Un comercio injusto en el cual las direcciones que apuntamos nunca son las correctas. Un ir y venir de los mismos lugares sin intención aparente. Sin embargo siempre hay lugar para la sorpresa, la improvisación. Es en esos momentos donde agradecemos los asientos de cuero forrados de plástico, la música grupera y la conversación sin sentido que versa sobre la nada. Porque cada taxi es diferente y nunca se detiene en un mismo espacio.
El problema es que cuando el taxi no viene vacío y es visiblemente una señal de fracaso. En este libro se termina con la misma sensación, aunque la autora confíe que ese pasajero en algún momento va a dejar de ser un desconocido
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