(1)
En la tienda por departamentos una niña busca su nombre. Leyendo despacio cada vocal-consonante pasa por los nombres de otros niños hasta que encuentra uno muy parecido al suyo. Quita el papel del árbol de navidad y transporta el tesoro al departamento de ropa intima. La niña cree que existe una recompensa entre la sorpresa de su madre y la reacción inmediata. La madre la conduce a la sección de juguetes, le deja escoger algo que le guste. Luego la lleva de nuevo al árbol. Le explica del por qué del árbol y le da dos opciones: dejarse el juguete o darle el regalo a otra niña con su mismo nombre.
Es lógico pensar que va a tomar el presente, pero la niña nos sorprende con la lógica propia de los ocho años: “ese nunca fue mi nombre”.
(2)
La fila del cajero es casi tan extensa como las presas en el centro por culpa de la casi remodelación vial de Alajuela. La mayoría aprovechando el acumulado en su cuenta gracias al aguinaldo, saca dinero para compras.
Paciente un mendigo se queda en la esquina, extiende su mano cuando los afortunados del cajero siguen su camino a las tiendas. Al parecer, la gente con dinero se siente culpable ante los que no lo tienen.
El mendigo al finalizar la tarde, tiene su propio aguinaldo.
(3)
Las personas necesitamos que la navidad esté repleta de cosas propias. Nuestro árbol de navidad de plástico o de vivero, nuestro portal con dinosaurios y aserrín en vez de lana, nuestros tamales de masa del mercado central. Porque lo propio tiene una confección que va mas allá de la procedencia y va más acá a la forma en que adaptamos lo que no nos pertenece.
Como los músicos andinos en el parque, tocando villancicos para un público que repite el coro con acento peruano.
En la tienda por departamentos una niña busca su nombre. Leyendo despacio cada vocal-consonante pasa por los nombres de otros niños hasta que encuentra uno muy parecido al suyo. Quita el papel del árbol de navidad y transporta el tesoro al departamento de ropa intima. La niña cree que existe una recompensa entre la sorpresa de su madre y la reacción inmediata. La madre la conduce a la sección de juguetes, le deja escoger algo que le guste. Luego la lleva de nuevo al árbol. Le explica del por qué del árbol y le da dos opciones: dejarse el juguete o darle el regalo a otra niña con su mismo nombre.
Es lógico pensar que va a tomar el presente, pero la niña nos sorprende con la lógica propia de los ocho años: “ese nunca fue mi nombre”.
(2)
La fila del cajero es casi tan extensa como las presas en el centro por culpa de la casi remodelación vial de Alajuela. La mayoría aprovechando el acumulado en su cuenta gracias al aguinaldo, saca dinero para compras.
Paciente un mendigo se queda en la esquina, extiende su mano cuando los afortunados del cajero siguen su camino a las tiendas. Al parecer, la gente con dinero se siente culpable ante los que no lo tienen.
El mendigo al finalizar la tarde, tiene su propio aguinaldo.
(3)
Las personas necesitamos que la navidad esté repleta de cosas propias. Nuestro árbol de navidad de plástico o de vivero, nuestro portal con dinosaurios y aserrín en vez de lana, nuestros tamales de masa del mercado central. Porque lo propio tiene una confección que va mas allá de la procedencia y va más acá a la forma en que adaptamos lo que no nos pertenece.
Como los músicos andinos en el parque, tocando villancicos para un público que repite el coro con acento peruano.
William Eduarte para la Nación
Comentarios
Estúpida, estúpida, estúpida.
Debería dejarnos en paz la Santa Clos and Co.
Sin embargo estos paseos virtuales por la liga me acercan cada vez más al lugar físico que siento más mío aunque a veces no me siento de él o al revés.
Gracias por el viaje bro!. buena nota.