Estas fechas para algunos son de nostalgia. Se genera una introspección a partir de lo que nos hace verdaderamente falta. Sentimos más grandes los vacíos en la cama, en las fotos de familia, en los abrazos desaprovechados; la cena de navidad con menos platos nos duele tanto como recordar a ese miembro de la casa que siempre se quejaba en voz baja.
Yo recuerdo a mi abuelo. Todos los veinticinco que cruzaba la calle para despertarlo temprano. Reunidos alrededor de las sobras del día anterior en el almuerzo y ver la tele aunque no dieran nada bueno. Mi abuelo le daba un sentido a estas fiestas fuera de lo religioso o lo vacacional: para él siempre fueron tiempos de pasar con quienes uno más quería. Como buen alajuelense no faltaban sus bromas, sus sonrisas, sus sorpresas escondidas bajo la manga. Ese detalle que valía la espera del todo el año.
Al dar las doce el primero de enero siempre nos decía que ese era su último año. Ahora sé que era su modo de motivarme a abrazarlo más fuerte y decirle que él iba a vivir más que yo. De alguna manera todavía sigo creyendo lo mismo; esos vacíos no son tan dolorosos porque mi abuelo siempre los llenó lo suficiente como para que me alcance todavía. Para que su presencia sea tan exacta como mi recuerdo.
William Eduarte Briceño para la nación
Comentarios
No se como decirlo, pero creo que ud. entiende.
pura vida.
Lo leí un poco tarde de las fechas, pero aún así me llegó un montón!