No mirés las rejas
en las ventanas.
No dejés que tu corazón
sienta alguna presión
por culpa de las facturas
o el sillón donde el vació
tiene un nombre
que ya olvidaste.
No te dejés tentar
por los catálogos
ni los anuncios.
No te ahogués
en ese llanto
que no sabés bien
de donde viene.
No te culpés
porque la hija del vecino
ha cumplido tres años hoy;
porque tu perro murió atropellado
y ocultaste sus cosas
en un armario.
No tengás remordimiento,
no guardés los antibioticos,
no olvidés de poblar más
tu vida que tu casa.
Salí.
Nadie te espera.
Que eso no te detenga
nunca.
Comentarios