Tal vez te
acostumbraste a vivir
cerca de los aeropuertos,
dentro de su incertidumbre horaria
y el rango de contagio a ciertas enfermedades
que no saben nada del control de aduanas.
Te hiciste por dentro con el murmullo de las turbinas,
y ese motor lo has confundido siempre
con el dolor, malsano,
que además se ha hecho uno
con las cardiopatías que te inventás
al dormir con frío y sin compañía.
cerca de los aeropuertos,
dentro de su incertidumbre horaria
y el rango de contagio a ciertas enfermedades
que no saben nada del control de aduanas.
Te hiciste por dentro con el murmullo de las turbinas,
y ese motor lo has confundido siempre
con el dolor, malsano,
que además se ha hecho uno
con las cardiopatías que te inventás
al dormir con frío y sin compañía.
Tal vez te acostumbraste a la vibración
en los cristales de esta casa.
A mirar con desconfianza a los turistas
que te piden direcciones en un idioma extraño.
A no ser vos la persona en la sala de espera,
que pasa las hojas de su pasaporte para deletrear
cada país que ha visitado en los últimos 6 años.
Tal vez ahora cerrás
los ojos y escuchás
una explosión
propagarse por la troposfera.
Te sorprendés,
inmóvil, sin intentar despegar
tus parpados. Atento a ese raro silencio.
tus parpados. Atento a ese raro silencio.
En las paredes, los
muebles, los vasos de agua.
Es un tipo de calma
que nunca había
existido en tu vida.
existido en tu vida.
Algo se rompe con el
ruido
de sirenas aproximándose.
de sirenas aproximándose.
Dejás de sentirte
cómodo
en donde estás
a penas
a penas
de pie.
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