Están son nuestras puertas; este es su ruido, su llave, su ancho. Este es nuestro corredor, nuestra escalera, nuestro alquiler reducido por las remodelaciones.
Es esta la música de nuestra casa: inicia con la regadera del vecino, la sartén eléctrica de su cocina, los gritos ausentes de su esposa. Viene de cada piso, de cada televisión o radio encendidos; de lo que la mujer del quinto b le dice a su amante junto a la almohada. Esta gente nos saluda por las mañanas, discute a quien le toca sacar la basura, llora en silencio cuando no pueden pagar la factura del gas.
El sol y el viento son el mismo para todos, el color de las paredes, ese sordo murmullo de aviones arriba de nuestra azotea.
El apartado postal reafirma el estado disfuncional en el que habitamos.
Es esta la música de nuestra casa: inicia con la regadera del vecino, la sartén eléctrica de su cocina, los gritos ausentes de su esposa. Viene de cada piso, de cada televisión o radio encendidos; de lo que la mujer del quinto b le dice a su amante junto a la almohada. Esta gente nos saluda por las mañanas, discute a quien le toca sacar la basura, llora en silencio cuando no pueden pagar la factura del gas.
El sol y el viento son el mismo para todos, el color de las paredes, ese sordo murmullo de aviones arriba de nuestra azotea.
El apartado postal reafirma el estado disfuncional en el que habitamos.
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