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Fukushima, mon amour




Todo el océano pacifico se ha vuelto peligroso,
no lo dicen los japoneses
pero hasta en el río Yukon brincan
los salmones envenenados
por la radioactividad.

Por eso no quiero tener hijos.

Los surfistas de california cazan sus olas
mientras su piel se deshace
bajo un sol cada vez más
intenso.

Por eso no deseo hijas.

Las redes de los pescadores
en el Golfo de México
ahora son fluorescentes
llenos de esqueletos.

Por eso no quiero hijos.

El único mar de El Salvador
es una trampa mortal
para los bañistas.

Por eso no espero hijas.

El marisco del Valle Central en Costa Rica,
transportado por camiones
y vendido en los mercados
parecen atrapados
en los charcos de Chernobil.

Por eso no quiero hijos con hambre.

La música de acordeón en Colombia,
los barcos grandes en Perú,
las arenas blancas de Chile
son cargados diariamente
por esa agua del Pacifico
llena de isotopos.

Por eso no quiero ni hijos ni hijas,
porque fui parte de la última generación
que no le preocupaba más
un contador Geiger
que las corrientes marítimas.

Y no sienten esos mordiscos en sus dedos
que alguna vez fueron peces
y ahora es solo muerte.

Comentarios

Misael Pablo dijo…
muy hermoso, somos la generación del fin del mundo.
brujadelmar dijo…
maravilloso de la cabeza hasta el vientre..

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