Hay algo en la música de los autos cuando pasan; una reiteración del ruido que convierte la carretera en algo propio. Cuando uno se ha acostumbrado a esa vibración se escucha la noche de una manera diferente. Porque solo de noche, con la casa quieta, es que formalmente apreciamos el ritmo ajeno a nosotros mismos.En Dulce Nombre de Ala
Desde la ventana de cualquier cuarto; lo que se integra para articular la atmósfera es el rugido del combustible quemándose, una radio encendida y la conversación entre los pasajeros. Una atmósfera que, en mi caso, he vivido por veinticuatro años. Habituado a esos sonidos, desconozco los elementos que posibilitan la costumbre; no sabré ni uno solo de los nombres de las personas que pasaron con su auto frente a mi casa, ni siquiera que canción reproducían en el dial. Ellos completan su viaje y yo mi jornada: ignorando las costuras que hacen posible la rutina.
William Eduarte para La Nación
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